La barba según... Orson Welles.
"En el cine todo es mentira. Cualquier historia no es más que un engaño adornado y justificado. La vida nada tiene que ver con la gran pantalla; se proyecta como si fuese un reflejo de la realidad, pero, aunque pueda estar basado en ella, no posee los matices necesarios. No digo esto con ánimo de contar una verdad o de abrir los ojos a nadie, sino como defensa de ese mal necesario a la hora de narrar un hecho cámara en mano. Una película se basa en la poesía para llegar al espectador, no le vale con grabar a una serie de actores interpretando algo, debe contarlo de una manera particular, con un ritmo; y debe marcarlo la propia cinta, pues se trata de un producto directo, no de doble vía. Por lo tanto, hay una serie de condicionantes necesarios para realizar buen cine: decorados, vestuario, luz,... si uno sólo tiene buenos intérpretes, un buen guión y aunque tenga al mejor director, el producto final carecerá de la ambientación necesaria para convencer al consumidor.
Un claro ejemplo podría ser mi barba. En diversas películas me he dejado este atributo como parte esencial de mi personaje, mientras que en otras hubiese sido una incongruencia. Recuerdo como en Ciudadano Kane, mi primer gran papel, representaba a Charles Foster: un hombre rico, arrogante y seguro de sí mismo. Yo quise darle esa sensación de poder de la que mi avatar gozaba, pero me di cuenta de que en esa época no era una práctica habitual entre las élites americanas, por lo que al final únicamente me dejé bigote. En El tercer hombre se me antojó imposible lucir el más mínimo pelo como un espía. Y, por el contrario, en El proceso o en Míster Arkadin el guión me exigía dejarme una profunda y larga barba que mostrase la personalidad del hombre sin necesidad de mencionar palabra, únicamente a través de la imagen. La mentira del cine se basa en el engaño gracias a la percepción -como también se ve en la cotidianidad de la vida-, pero ésta se halla condicionada por el azar de sus protagonistas y no manipulada por el director de un producto.
Obviamente se trata de una manipulación conocida y aceptada por el público, pero no se debe olvidar que en el cine, así como en todos sus hermanos culturales, por mucho que se pueda mostrar a través de una pantalla, al final no es más que una máquina de sueños; y que una vez fuera de ésta, la realidad no siempre conlleva un final feliz o una salida fácil como en la mayoría de las historias de Hollywood. Y por ese motivo, sólo se nos debería permitir soñar fuera de nosotros, por nuestra propia seguridad."
No hay comentarios:
Publicar un comentario